Luchando contra el incesante paso del tiempo, se encuentra el majestuoso templo de la Anunciación de Abrucena.
Hoy, sus paredes blancas, que se combinan con piedra y ladrillo, han perdido su pureza nívea que solía competir en tonalidad con los copos de Sierra Nevada.
El paso de los años ha permitido que estos muros desprendan Historia. Sin embargo, no es el color de la nieve de las montañas lo que ansía el templo, sino su altura. Junto al blanco, el ladrillo y la piedra disfrazan un campanario que se eleva hasta las nubes. Su robusta torre se levanta por encima de las viviendas tradicionales e, incluso, sobre la plaza presidida por el Ayuntamiento.
La silueta del torreón opta por ser ancha y vertical al mismo tiempo. Domina. Rematado por sonoras campanas que llaman a las aves.
Ciertamente las montañas ya estaban aquí antes de construirse la iglesia. También la antigua mezquita que se edificó sobre este mismo lugar. Sin embargo, hoy los muros aún nos recuerdan a ella. Orgullosa de estar en un territorio de altura se muestra la iglesia de la Anunciación.
